06 septiembre 2007

PREGON DE LAS FIESTAS 2007

Este año 2007, me ha tocado dar el pregón de las fiestas, y me ha parecido oportuno colocarlo en esta página, debido a que gran cantidad de gente me ha pedido una copia. Y como sé que ciertas de estas personas siguen habitualmente el blog, he decidido colocarlo aquí.
Buenas noches a todos los presentes, y bienvenidos a este acto, mediante el cual, daremos comienzo un año más a estas esperadas fiestas.
Las fiestas de Cipérez son desde que tengo uso de razón, unas fechas marcadas por los reencuentros. Creo que todos durante el resto del año, estamos deseando que lleguen estos días, para ver a ciertos familiares, amigos o conocidos, que bien por la distancia, o por otros motivos, nos es imposible verlos fuera de estas fechas.
Recuerdo hace años, la inquietud con la que esperaba el comienzo de la verbena, para ver con que chica bailaría un paso doble o una rumba. O aquellos años de adolescencia, donde un simple vaso de sangría ofrecido en alguna de las peñas, bastaba para levantarte la moral para el resto de la noche.
Hablar, hoy día de nuestro pueblo dentro y fuera de la provincia, sin quererlo, es hablar del producto típico y de todos conocidos: las obleas. Allá donde estés, aparece este producto tan nuestro, y mediante el cual creo que todos nos sentimos identificados.
Pero los que vivimos, o hemos vivido, durante parte de nuestra vida en este lugar, guardamos ciertos recuerdos en nuestra memoria, que siempre llevaremos con nosotros.
A día de hoy cuando los pueblos van poco a poco desapareciendo, y nosotros, marchándonos a vivir a las ciudades, es cuando más, hechas de menos el pueblo y cuando más se apoderan de ti, los momentos vividos.
A diario veo a los niños jugando en los parques, hablando con el móvil, usando Internet, etc. Es entonces, cuando miro hacia atrás y comparo mi infancia con la suya. El haber nacido y crecido, en un pueblo como Cipérez me ha permitido tener una niñez, que no dista mucho de la que tuvieron mis padres o mis abuelos, disfrutar con la peonza en la plaza del pueblo, recorrer con bicicleta las calles aun sin asfaltar, donde las rodillas y los codos no paraban de sangrar. ¡ Pero, qué bien nos lo pasábamos!.
Recuerdo con recelo cuando con seis o siete años comencé a ir a la escuela, aquella en la que todavía se cumplía el viejo dicho “ LA LETRA CON SANGRE ENTRA”.
Muchos de vosotros recordaréis aquellos años, en los que ir a la escuela, era ir a que el maestro te pusiera la cara un poquito caliente, por tener mala letra o por motivos, que hoy día parecen insignificantes.
A la memoria me viene un día que estábamos haciendo cola para entrar a la escuela con D. Miguel, recuerdo que nos poníamos todos en fila para entrar, a las 3 de la tarde. El caso es que subía mi abuelo materno, por la carretera, hacia el bar de Flores a echar la partida, que por aquellas fechas, habría venido de Peralejos para pasar una temporada. Y estando D. Miguel abriendo la escuela, le dice mi abuelo, si el muchacho se porta mal, dele un poco de leña. Pues, yo creo que ya recibo bastante, pensé en ese momento, para mí.
Eran años, en los que por muy bruto que fueras, o aprendías o te hacían aprender la lección. No había nada más eficaz, que la vara o la mano del maestro.
De estos años de infancia recuerdo, lo bien que sabían los mocos en los recreos y lo calentitos que estaban en el invierno.
También recuerdo con cariño, los años en los que fui monaguillo, los primeros duros que me daba D. Juan Jesús, que nos servían para jugar al futbolín durante un rato, los días en los que por alguna causa, se rompía alguna cuerda de las campanas, y había que subir al campanario, por las viejas escaleras de caracol de la torre a tocarlas.
Creo que todos los que nos hemos criado aquí, en mayor o menor medida, tenemos mas o menos anécdotas vividas en s, comienzan a repoblar y establecer poblaciones permanentes para el laboreo y pastoreo de estas tierras. Las labores del campo, que durante la edad Media, realizaban los primeros pobladores, no serían muy diferentes de las que muchos habéis conocido hasta hace poco tiempo, y es que el mundo del campo ha variado muy poco durante siglos. No ha sido hasta hace unos veinte años, cuando por aquí se han dejado de ver las máquinas de segar y las trilladoras, las cuales supusieron un gran adelanto en esta zona allá por los años cincuenta. Pero hasta entonces, y durante siglos todas las labores del campo se han realizado manualmente como a muchos todavía os ha tocado.
El hambre y el frío hacían mella en la población de Cipérez durante los primeros años, eran típicas las muertes por neumonías, bronquitis y otras enfermedades propias de este clima tan extremo.
Los nabos fueron en esta zona durante largos inviernos, el sustento de familias enteras para calmar el hambre, hasta la llegada de la patata allá en el siglo XVI.
Siglos más tarde, a medida que el hambre, durante épocas de abundancia fue desapareciendo, las familias comenzaron a crecer, y vino un nuevo problema, el campo se quedaba pequeño para tanta gente, del lugar donde nos encontramos esta noche, han salido familias enteras hacia otros lugares para buscar trabajo y poder comer.
Cipérez durante años fue conocido por la abundancia de jornaleros, ha sido durante mucho tiempo, lugar de salida de mano de obra abundante hacia otros lugares de la provincia: segadores, esquiliches..., buena fe de ello da el refrán que las mozas de algunos pueblos recitaban y que decía lo siguiente: “Si te quieres casar, a Cipérez o al Villar, pero para más seguro en Sando o en El Cubo, y si ya es muy tarde seguro en Buenamadre”.
El caso es que nuestro pueblo hace tiempo, estaba lleno de vida por todos los rincones, tiempos en los que asistían a las viejas escuelas, situadas aquí junto a la plaza unos 300 ó 400 niños, cuando aquí vivían unas 1500 personas hacinadas en viejas casas, sin luz, ni agua. Aún recuerdo con nostalgia, noches de verano junto a mi casa, donde nos reuníamos unos 20 chavales, solo del barrio del puente para jugar al bote.
Veranos, en los que venían los hijos de los que un día habían salido de aquí, y durante dos meses, disfrutábamos haciendo presas, en las calles aún sin asfaltar o yendo a algunas de las charcas del pueblo a darnos un baño, a falta de piscina.
Pero en mi caso y a medida que crecía no era todo bueno durante el verano, fuimos los últimos de aquí en abandonar ciertas costumbres del campo, hasta hace 15 años me toco trabajar en ciertos oficios que poco a poco han caído en deshuso, labores del campo, como hacinar, ir a acarrear, y después venía la trilla con una vieja máquina, aquí al lado de las peñas del valle barrueco, para posteriormente recoger la paja y dejarla bien encalcada en el remolque.
Mucha gente yo incluido dirá que no vuelvan esos tiempos, pero como suelo oír a la gente mayor, son trabajos que por más que te cuenten si no los has vivido no sabrás, nunca lo que fue. Y es ahora cuando los recuerdas y dices como ha cambiado la vida en poco tiempo.
Y es que, parece que el tiempo no pasa, viviendo en una ciudad parece que todo es siempre igual, pero es cuando vuelves la vista al pueblo, cuando ves el transcurso del tiempo, costumbres que se van perdiendo y gente que se acaba marchando .
Por ese motivo me gustaría invitar a toda la gente, a disfrutar durante estos días de estas fiestas, a todos aquellos que un día salieron de aquí, a que cada año y en la medida que puedan vuelvan a sus orígenes, y que inviten a sus hijos a volver a sus raíces, por que aunque, no vivamos durante todo el año aquí, no olvidemos nunca cuales son nuestras raíces, y nos sintamos siempre orgullosos de ser de esta pueblo.
Me gusta ver en estas fechas, como gente que sin tener familia, bien por que ha desaparecido, bien por que un día vinieron con unos amigos y les gustó, cada año vuelven a Cipérez por las fiestas.
He visto algunos años como chavales de unos 15 años el último día, lloraban porque ya todo se acababa, y no volverían a verse hasta el próximo año.
Me gustaría desde aquí también hacer una mención especial a todas las peñas, bien sean veteranas o novatas, como miembro de una de ellas creo que estamos obligados a que la gente se sienta animada y a ponernos en manos del Ayuntamiento para todo aquello que necesite.
Por último, dar las gracias al Alcalde y a otras personas, que me animaron a decir estas palabras. Animaros a todos, a disfrutar durante estos días de estas fiestas, y olvidaros en la medida de lo posible de los quehaceres diarios.
Un saludo, y felices fiestas.

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